journey to Oneness...
Los universos que nacen cuando muere la piel
Este es un escrito profundamente anécdotico para volver a hacer énfasis en lo que venía nombrando en teoría, la enfermedad como oportunidad, como pregunta, como invitación a habitarnos de maneras más conscientes. La enfermedad nos devuelve a formas más cercanas a la verdad de nuestro ser. Nos conecta con la vida que nunca es solo del cuerpo sino también con la vida del espíritu y la posibilidad de trascender el dolor hacia el crecimiento.
Camila Cárdenas
11/29/20243 min leer


¿Estarán todos muertos? Esa sustancia, que parecía necesitar si quería seguir viviendo, se había llevado muchas vidas, sentada pensaba en cuántas. No pensaba en los muertos de la guerra ni en los muertos de ningún tipo de auspicio, pensaba en sus muertos, no en su abuelo, no en su amiga, pensaba en los suyos propios, en los muertos de su cuerpo.
Estaba muerta de microorganismos, 20 días de antibióticos los habián matado a todos. Antes era un plantado libre de plagas, entonces también un plantado libre de pesticidas; los yuyos convivían en su interior, colorida de insectos y plantas rojas, moradas, amarillas y otras muchas de esas plantas que nacen solas, verdes y del planeta, maleza buena le llamaría su abuelo.
Llegó algún tipo de plaga y empezó a arrazar con todo. Fue necesario acudir a un fumigante fuerte. Pero los fumigantes no saben escoger, matan la plaga y también matan todas las otras formas de vida. No había tiempo de hacer algo con la tierra para que fuera mas fértil y desde la fortaleza de su base, se hiciera lo suficientemente fuerte para combatir la violencia de esos bichos bacterianos. Era tarde. El paisaje de microorganismos que también podía parecer un colorido mar de coral con sus texturas peludas y sus formas ondulantes, se había ido en el lento intento de matar al bicho. Sabía que esos seres volverían, el mar en su generosidad los haría volver, la plantación en su generosidad los haría volver, pero por el momento estaba la tierra, desolada, vacía, seca.
Ella estaba ahí con su cuerpo sin otras formas de vida, sentada contemplando el paisaje, lo que queda del mar sin sus formas ondulantes, y lo que queda de la plantación sin sus yuyos y malezas que no son malas sino buenas. ¿Estarán todos muertos? No sé si ella había echo una consciente relación con sus microorganismos, pero ahora parecía que la tenía como la tiene con su gato, los echaba de menos.
Lo cierto eran las muertes, la muerte de los microorganismos era una, la muerte del tiempo, la muerte de la posibilidad de practicar yoga con su maestra, la muerte de decisiones. Sin embargo, la muerte también había traído a la vida preguntas, reflexiones, escritos, despertares, nuevas decisiones. La enfermedad la devolvió a formas más cercanas a la verdad de su ser. A la vida nació la posibilidad de ser tortuga; bueno, no era una opción, era una exigencia, una obligación, pero poco a poco se volvería opción. La opción de caminar más lento de lo que una persona puede caminar cuando piensa en lento, la opción de hacer menos cosas, menos de las que una persona hace cuando hace poco poco o casi nada.
En la historia no había bichos malos, también esos otros, los bichos bacterianos por los que tocó arrasar a los microorganismos coral, habían llegado simplemente a habitarla buscando un lugar húmedo y la encontraron a ella, habría podido ser una vaca, un burro pero fue ella, así que luego cuando se hizo habitat de esos bichos, luego también a ellos tuvo que despedirlos, porque también con ellos había tenido una relación, de preguntas, dolores, ahogos, también a ellos les dio las gracias.
Solo bastó una salida al bosque para que su habitat interno se pusiera en diálogo con el habitat externo, que en realidad son lo mismo. Inhaló profundo y en esa respiración entraron una bocanada de nuevos microorganismos que le devolvieron el universo al mundo que queda por dentro de su piel. Volvieron a habitarla reconstruyendo poco a poco un nuevo habitat; el habitat interno y el habitat externo estaban en un dialogando con la vida como puente . Su cuerpo se había achicado, chupado, enflaquecido, pero su ser seguía constante, eterno de formas ondulantes, y de las mismas malezas que no son malas sino buenas. Todos los otros universos se manifestaron, la piel física del cuerpo se borró, ya no había separación con la piel del bosque y la piel física de la luna se borró ya no había separación con la piel del mar. Todas las pieles nos hicimos una misma piel.
Más grandes que los sentidos, más grande que la mente, más grande que el intelecto es el ser, siempre sano. Puede enfermar el cuerpo, puede enfermar la mente pero el ser buscará siempre la liberación, el crecimiento, encontrarse en su verdad. El alma, el atman es eterna, más allá de las limitaciones del cuerpo o la mente, el ser permanece inmutable a pesar de las circunstancias externas.